Películas y cigarrillos

Nunca se ha fumado tanto ni tan bien como en el cine del siglo pasado, cuando fumar era signo de virilidad en los hombres y de independencia en las mujeres.

  Grandes fumadores hemos visto en la pantalla: Bogart con su cigarrillo sujeto entre el pulgar y el índice en "El halcón Maltés". James Dean con el suyo colgando entre los labios mientras clava los ojos en Elizabeth Taylor en "Gigante". Clint Eastwood con las mandíbulas apretadas aprisionando su cigarro mientras te apunta con su Magnum 44 y te mira con una de esas miradas que te hacen saltar del asiento no sabiendo bien si por cómo mira o por lo guapo que es.

La gran pantalla también nos ha dado si no grandes, sí buenas y elegantes fumadoras: Marlene Dietrich, con su traje de hombre y su dudosa heterosexualidad, fumando parsimoniosamente, resulta terriblemente femenina aún sin ella desearlo. Doris Day, que fumaba como hoy en día fuma cualquier ama de casa y la cándida Audrey Hepburn fumando con una boquilla tan larga como elegante en "Desayuno con Diamantes".

Si en el género masculino fumar lo hacía todo el mundo fuera de la clase social que fuera: ricos en sus ricas mansiones, pobres limpiabotas sin casi que comer, gánster, pescadores, ladrones de poca monta o de guante blanco u honrados padres de familia, en las mujeres no se daba el mismo caso. Nunca vimos a una hacendosa ama de casa con el cenicero humeante al lado de la cazuela de la sopa, ni tampoco vimos a pobres violeteras casi tísicas ofrecer su mercancía con un cigarrillo entre los labios. Las mujeres fumadoras del cine eran mujeres valientes, independientes y decididas, casi siempre bohemias o ricas con mucho dinero y poco que hacer, o de vida tortuosa, Femmes Fatales, o con algún secreto inconfesable por el cual vivían atormentadas.

A fumar casi todo el mundo también aprendió con el cine. Qué muchachita de quince años no se miró al espejo con un lápiz entre los dedos y pestañeando coquetuelamente le preguntó: "¿Me da fuego, caballero?" O qué jovenzuelo, imberbe todavía, no se recostó contra el armario con su lápiz-cigarro colgando entre los labios y amenazó al espejo: "Joe, esta ciudad no es lo suficientemente grande para los dos". Hasta en estos menesteres el cine ha sido una buena escuela.

Ahora ya no se puede fumar, ni en las películas ni casi en la vida real y, aunque por todos es sabido lo pernicioso que es, lo cierto que el mundo del celuloide ha perdido parte de su encanto. Se imaginan a esos actores antes mencionados sin sus respectivos cigarrillos? James Dean no parecería tan rebelde sin el suyo, ni la sonrisa de Bogart resultaría tan socarrona si no tuviera ese cigarro al que mirar mientras se ríe. Ni Clint sería lo mismo. No sería ni tan fuerte, ni tan sucio ni tan ejecutor, ni tan sexi....

¿Se imaginan a Rita Hayworth sin humo en esta foto? 

 

clip_image001

No es lo mismo. No señor.