La cita

 

 

 

Estaba tan nerviosa...

Tenía los nervios metidos en el estómago desde la noche anterior, cuando me metí en la cama y me dio por pensar que algo podía salir mal.

Llevaba tanto tiempo sin verle que cuando me propuso una segunda cita me quedé sorprendida, pero no dudé en decir que si.

 

Ese día me levanté pronto y, aunque habíamos quedado a la una y media de la tarde, procuré estar lista con tiempo de sobra, nunca se sabe lo que puede pasar.

 

Me depilé con esmero, no fuera que no le causara buena impresión.

Para la ropa elegí algo que no fuera demasiado especial, no quería que se pensara que me había acicalado en exceso para la ocasión, así que puse algo de lo más normal.

 

A medida que se acercaba la hora mis nervios iban en aumento.

Qué tontería, me decía, mira que ponerte así por una cita... ni que fueras la primera, pero no lo podía evitar.

 

Lo peor fue cuando me quedaban 10 minutos para salir de casa a la hora que me había propuesto y ya estaba lista. Me encendí un cigarro y me puse a mirar por la ventana.

Dios, eran los 10 minutos más largos de la historia. Finalmente no pude aguantar más y salí.

Llegué antes de tiempo, como era de suponer, pero me vino de maravilla porque para encontrar aparcamiento me las vi y me las desee.

Entre unas cosas y otras ya iba con el tiempo justo.

 

Entré en un edificio enorme y fui directa a la recepción a preguntar por la persona con la que había quedado. Una vez informada entré en el ascensor y pulsé el botón del segundo piso.

 

Todo eran pasillos y puertas. Todas iguales sin más diferencia que los números que había sobre ellas. En algunas se podía leer algún letrero estilo "prohibido el paso" pero no me detuve a mirar que me perdía por no intentar abrirlas. Había ido a lo que había ido y no quería llegar tarde.

 

No me hizo esperar, ni siquiera tuve que llamar. En cuanto llegué la puerta se abrió y me dijo: "Pasa, te estaba esperando".

Nada más entrar me senté lo más comodamente que pude rezando para que no fuera directamente al grano. Con lo nerviosa que estaba lo mismo me ponía a temblar como una hoja y eso sí que no lo deseaba. No quería que me notara tensa.

 

La charla fue de lo más normal, que si que tal estás, que si después de tanto tiempo dos veces en quince días...

 

Llegado el momento me dijo:

"ven, sientate aquí"

Con cuidado me puso las manos en los hombros y me empujó suavemente hacia atrás.

 

Ya estaba, me tenía a su merced.

 

Todo fue rápido, y cuando me vestí y salí al pasillo me dio la risa por haberme puesto tan nerviosa.

Por segunda vez ese dia me dije "qué tontería mira que ponerte nerviosa por esto..."

Y es que claro, una nunca sabe que va a pasar cuando te dan una segunda cita para el ginecólogo. Siempre se piensa que es por algo malo.