Proverbio propio

Una noche de copas, buena música y mejor compañía

es mas productiva que toda una vida

rodeada de ignorantes.

Está escrito

15 de diciembre 2007

Las puertas del “Rainbow” se abrieron de par en par. Hizo una entrada triunfal. Su vestido de lentejuelas, sus zapatos de tacón y plataforma eran lo más. Como un pavo real abrió sus plumas y comenzó a caminar a paso vivo meneando el culo descaradamente.

Todos la dejaron paso y se hizo la reina de la pista. Una docena de hombres le hicieron corro para que eligiera, pero ella estaba más allá de todo eso. Era la más grande y todos aquellos afeminados no le servían para nada.

Su moño a lo Joan Crafword no dejaba escapar ni un solo pelo. Sus uñas, cuidadosamente pintadas de plata, producían miles de destellos cada vez que movía sus manos y el vestido era lo suficientemente ajustado y sexy como para hacer babear a cualquier mortal.

La noche era, como tantas otras, un éxito. Sus trajes, los mejores. Sus peinados, imposibles y sus maquillajes los más cuidados. Tenía admiradores a docenas y todos dispuestos a dar por ella lo que quisiera, pero no quería a nadie, no necesitaba compañía. Quería disfrutar de sí misma y de su creación sola. Llevaba años trabajando sin parar.

- Nunca más un pato feo, nunca más –decía entre dientes en las interminables sesiones de gimnasio donde trabajaba para moldear su basto cuerpo.

- Nunca más la última – pensaba mientras aguantaba el suplicio de las depilaciones integrales.

- Nunca más mi nombre.

La conocían por Joan, como su adorada actriz. Nadie supo nunca quién era ni de donde venía, sólo que allá donde ella pisaba, dejaba una marca irisada en la que no quedaba un solo color de arco iris por poner.

15 De diciembre 1982

En la fiesta de su quinto cumpleaños no faltaba ninguno de sus compañeros de colegio y todos habían llevado regalos, pero tenía la certeza de que ninguno le iba a gustar.

- Cariño – dijo su madre- Ven a soplar las velas y a abrir los regalos, mira cuántos tienes este año.

- Está escrito, Irene, lo está. Que te lo digo yo – Decía el padre de la criatura a su esposa mientras ella le daba un codazo.

- Calla, hombre, calla, que cosas tienes.

- Y pide un deseo, que no se te olvide. – gritaron todos los niños al unísono mientas sus manos se agitaban sin parar a causa de la excitación del momento.

Con los pies arrastrando llegó hasta la mesa y con gesto taciturno sopló sin olvidar su deseo. Acto seguido comenzó a desempaquetar regalos. Un camión... un balón de baloncesto... un traje de futbolista... unos patines… pero no estaba. Lo que más deseaba no estaba.

- Mamá, no encuentro lo que había pedido, nunca me regalan lo que quiero. ¿Donde está mi muñeca? Sólo quiero eso, sólo una muñeca. Lo demás me da igual.

- Verás, mi cielo – dijo su madre mientras se ponía en cuclillas- Tu eres un niño, y los niños no juegan con muñecas. ¿Lo comprendes Juan?

Su padre se estiró el bigote con los dedos, alisó su engominado cabello con la otra mano y dijo en todo despectivo:

- ¿Lo ves Irene? Que estaba escrito ya te lo dije yo. Este niño es maricón.

(Albanta 41)

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