Camino a ninguna parte

Se sentía pesada como no se había sentido jamás. No es que estuviera gorda, al contrario, pero ella se sentía así. Le pesaban las piernas, le pesaban los brazos, los ojos, las manos. Le pesaba el corazón.
Se sentía presa de una vida que no consideraba suya, de una vida que no había pensado vivir. En definitiva, de una vida que no quería.
Aquella noche ya no pudo más. Quiso gritar y, al abrir la ventana para hacerlo, se dió cuenta que ya ni siquiera tenía voz para expresar lo que sentía. Había ocultado tanto y tan bien su tristeza que ahora que quería expresarla ya no podía.
Dejó la ventana abierta, dió media vuelta con la mirada fija en el suelo y salió de casa.
No miró atrás, ni siquiera le importó la ropa que llevaba. Sólo quería salir, huir, correr hacia cualquier lugar. No importaba dónde, solo quería salir de aquella casa.
Se subió al coche, lo puso en marcha a la vez que se miraba la frente en el retrovisor y se fijó en la arruga que tenía entre las cejas. Ahora parecía más profunda, ahora parecía que le llegaba hasta el cráneo.
Cambió la mirada al frente y empezó a conducir. No tenía prisa, no tenía dónde ir pero tampoco la importó. Con conducir le bastaba. Y condujo, condujo durante horas sin rumbo.
Mientras la carretera le marcaba el camino hacia ningún lugar y en el cd del coche escuchaba una y otra vez la canción de Fito que tanto le gustaba, por su cabeza pasaban miles de imágenes. Veía el pasado. Tantos amigos perdidos, olvidados o simplemente que no había vuelto a ver. Pensó en su antiguo trabajo, un trabajo duro, pero que a ella le gustaba, quizá porque no había hecho otra cosa en su vida. Pensó en todos las cosas que la quedaban por hacer, sitios que ver, palabras que decir, sueños que cumplir, y que ahora ya no se sentía con fuerzas para poder realizar.
Sentía que estaba muerta, se sentía pesada, vieja, cansada y con el corazón marchito y arrugado como una uva pasa.
Había parendido a vivir para los demás, en pensar sólamente en los demás, en hacer feliz a los demás. Sí, había aprendido todo eso, pero no había conseguido aprender cómo una se podía olividar de sí misma sin que le importara lo más minimo.
Se hacía vieja y sentía como se le escapaban las oprtunidades entre los dedos de las manos. Sabía que el tiempo no perdona y que si algún día decidía reaccionar y mandarlo todo al cajaro ya sería demasiado tarde, pero la apatía en la que vivía no la dejaba pensar, no la dejaba decir ¡Se acabó, ahora quién cuenta soy yo!. No podía, no se atrevía. Se había comprometido.

Dió hacia atrás el cd que llevaba puesto hasta la canción número dos, subió el volumen todo lo que sus oidos pudieron soportar y cantó a la vez que Fito:

Se torció el camino, tu ya sabes que no puedo volver.
Son cosas del destino, siempre me quiere morder.
El horizonte se confunde con un negro telón... y puede ser
¿como decir que se acabó la funcion?
Ha sido divertido, me equivocaría otra vez.
Quisiera haber querido lo que no he sabido querer.
¿Quieres bailar conmigo? puede que te pise los pies.
Soñaré solo proque me he quedado dormido.

No voy a despertarme porque salga el sol
ya sé llorar una vez por cada vez que río.
No sé restar tú mitad a mi corazón.

Puede ser que la respuesta no se pareguntarse ¿porque?
Perderse por los bares donde se bebe sin sed.
VIRGEN DE LA LOCURA NUNCA MÁS TE VOY A REZAR
QUE ME HE ENTERADO
DE LOS PECADOS QUE ME QUIERES QUITAR.

Será mas divertido cuando no me toque perder.
Sigo apostando al cinco y cada dos por tres sale seis.
Yo bailaría contigo pero es que estoy sordo de un pié.
Soñaré sólo porque me he quedado dormido.

No voy a despertarme porque salga el sol
Ya se llorar una vez por cada vez que río.
No sé restar, no sé restar, tu mitad a mi corazón.

De repente lo tuvo claro. Sí que sabía dónde quería ir, sí que sabía qué quería ver.
Se secó las lágrimas de los ojos, cambió de dirección y siguió el camino que ya se sabía de memoria.
Sabíá dónde ir, que ver y que hacer después.
Cuando llegó apenas quedaba gente en la calle, y sólo algunos jóvenes en la playa a oscuras.
Paró el coche justo frente al mar, se bajó y mientras esperaba se fumó un par de cigarros. Sabía que tarde o temprando vería lo que quería ver.
Apenas 20 minutos después vió las luces de un coche que pasaba despacio. Se quedó mirando y saludó con la mano.
Ya estaba. Había encontrado el camino, había visto lo que quería, ahora sólo le quedaba una cosa.
Subió al coche y arrancó, dió marcha atrás, cambió a primera y fué acelerando. Segunda... tercera... cuarta.

Por un momento voló como los pájaros y con una sonrisa en la boca pensó: "Al final siemrpe fuiste tú"
Cuando el coche entró en contacto con el agua cerró los ojos y quiso que su último pensamiento fuera para él.

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